¿Cómo Casi me Ahogo en Margarita y terminé aprendiendo de negocios?
Segunda parte de la historia de emprender online
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¿Cómo Casi me Ahogo en Margarita y terminé aprendiendo de negocios? Parte 2
Lo lees en 14 minutos.
Año 2009.
Carnaval en Venezuela, y mis amigos y yo decidimos hacer lo más lógico: irnos a la Isla de Margarita para "desconectar" un poco (o lo que en ese momento creíamos que significaba desconectar).
El plan era simple: playas, rumbas, y más rumbas.
Nos alojamos en un hotel decente, con la playa ahí mismo, cervezas baratas y el sol dándonos en la cara todos los días.
Todo parecía perfecto, ¿verdad?
Claro que sí… hasta que un bote decidió que iba a desafiar mi paciencia y casi me hace morir ahogado.
Pero no adelantemos la historia.
Los botes, esa idea brillante que me llevó al límite
Antes de contar el desastre, hay algo que debes saber de mí: odio los botes.
Siempre los he odiado.
Es una relación complicada porque me encanta el mar, pero desde la orilla, tranquilo, sin necesidad de estar flotando en un cacharro que parece diseñado para hundirse en cualquier momento.
Pero mis amigos, en su infinita sabiduría y ganas de "hacer algo diferente", decidieron que sería buena idea alquilar un bote para dar una vuelta por la costa.
Y claro, como soy de esos que odia decir que no, me apunté.
Error número uno.
Todo empezó de maravilla: música, sol, las cervezas en mano, y esa falsa sensación de seguridad que uno tiene cuando el mar parece una piscina.
Todo era risas hasta que, de repente, el capitán del bote nos suelta la frase mágica:
"El mar está un poquito picado, no se preocupen".
Un poquito picado, dijo. El pendejo no mencionó que estaríamos a un paso de una escena de Titanic versión Margarita.
En cuestión de minutos, el cielo se puso gris, el bote empezó a brincar como si estuviéramos en una montaña rusa, y me di cuenta de que estaba a punto de vomitar mi vida entera.
Mis amigos, los mismos que estaban emocionados al principio, ahora estaban más agarrados del bote que de sus parejas en plena rumba.
Lo peor de todo no fue la tormenta ni las olas que parecían diseñadas por el diablo.
No. Lo peor fue la cara del capitán, que pasó de ser el tipo más relajado a uno que se veía al borde del colapso nervioso.
Ahí fue cuando mi cerebro dijo: "Listo, Ed. Aquí es donde mueres."
Pensé en todo: en si me ataba al mástil para no caerme, en si debía todo el whisky y olvidarme del asunto, o en cómo demonios contarían esta historia mis amigos en mi funeral.
Pero justo cuando estaba a punto de pedir que alguien escribiera mi testamento, el mar decidió calmarse de golpe, como si nada hubiera pasado.
Las olas desaparecieron y llegamos a una playa completamente desconocida.
Nos bajamos del bote como quien ha visto la muerte de cerca (porque en verdad lo habíamos hecho).
Y mientras caminábamos por la playa virgen, rodeados de palmeras, me di cuenta de algo:
Habíamos llegado al paraíso de pura casualidad.
Esa tormenta, que nos hizo pensar que todo estaba perdido, nos llevó al lugar más impresionante que habíamos visto en todo el viaje.
Y no estaba planeado. Fue el caos el que nos trajo aquí.
Y ¿qué tiene esto que ver con los negocios?
Los negocios f*ck you money
Vamos a hablar claro: los negocios NECST, o mejor conocidos como f*ck you money, son exactamente como esa tormenta que casi me mata.
No llegas a ellos de forma planificada y perfecta.
Llegas después de comerte varias olas gigantes, de enfrentarte a momentos en los que piensas que todo va a colapsar.
Mira, vender servicios en internet está bien, pero no te hará rico.
Porque cada hora de trabajo es una hora que cobras y ya está.
Si trabajas, ganas.
Si no trabajas, adivina qué... no ganas.
Con los negocios f*ck you money, el tiempo deja de ser tu enemigo.
Empiezas a cobrar no solo una vez, sino miles de veces, y a miles de personas en cualquier parte del mundo, sin importar si estás de rumba en Margarita o tratando de no morir en un bote.
No quiero hacerte perder el tiempo explicando algo que ya conoces de sobra, pero escucha esto:
En la vida, y en los negocios, no hay "suerte". Hay caos. Y el caos te lleva a oportunidades que ni habías imaginado.
Nosotros llegamos a esa playa porque nos subimos a un maldito bote y decidimos hacer algo diferente.
Y aunque la tormenta nos tomó por sorpresa, fue esa misma tormenta la que nos llevó al paraíso.
Con los negocios pasa lo mismo.
No llegas de un día para otro, ni por un golpe de suerte.
Llegas después de cagarla muchas veces, de cometer errores, y de estar dispuesto a enfrentar las tormentas.
Pero si no tomas la decisión de subirte al bote, si te quedas esperando que las cosas sean fáciles, entonces nunca vas a llegar.
Así que te pregunto: ¿tú estás dispuesto a meterte en la tormenta?
Porque si la respuesta es no, entonces no estás listo para los negocios f*ck you money.
Yo estuve dispuesto.
Me subí a ese bote, enfrenté mis miedos (aunque casi vomito), y gracias a esa tormenta llegué a la playa más espectacular que había visto en mi vida.
Ahora dime, ¿estás en el mar o sigues en la orilla?
Si no estás tomando decisiones que te lleven al próximo nivel, es hora de que lo pienses mejor.
En los negocios, como en la vida, hay que estar dispuesto a enfrentar la tormenta para llegar al paraíso.
Nos leemos en tres días.
Un fuerte abrazo,
Edgady Aponte
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