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La Riqueza no es dinero, la riqueza es libertad.
Lo lees en 17 minutos.
Hace un par de días estaba tomando una cerveza en un centro comercial en Medellín cuando pasó algo que llamó mi atención.
Había un sol clásico de verano como suele estar en Medellín a las 12 del medio día.
Normalmente trabajo a esa hora, pero me dije, quiero aprovechar y además voy a acompañas a mi esposa a una diligencia médica que tenía que hacer.
Eso fue un miércoles.
Así que allí estábamos los dos, sin hijos y sin preocupaciones, hablando y soñando sobre cómo sería vivir sin agenda, cuando unos tipos con pinta de ejecutivos se sentaron en la mesa de al lado.
Eran 3 hombres y 2 mujeres.
Tendrían entre 30 y 45 años.
Trajes, corbatas, vestidos elegantes, tacones, maletines, bolsos… Sus esfuerzos por señalizarse eran más que evidentes.
El mesonero se acercó a nuestras mesas. A las dos.
Yo pedí otra cerveza y mi esposa otra copa de vino. Los ejecutivos pidieron cafés y agua.
Todo iba bien.
Entonces empezaron a hablar en voz alta sobre temas de trabajo:
Uno se quejaba de que había tenido que suspender unas vacaciones “por culpa de la bendita reunión”.
Otro le contestaba “al menos tu familia vive en tu misma ciudad”.
Las mujeres hablaban de inscribirse en el gimnasio en el turno de noche: “A las 11.30 de la noche podemos volver a la casa”.
Luego empezaron a hablar del bono de final de año y de un “ascenso y traslado a la central”.
La verdad es que era imposible no oírlos.
Y yo, que soy muy observador (porque observar me ayuda a escribir emails), deduje tres cosas:
Trabajaban en la banca.
No parecían muy felices.
El de las vacaciones y la del gimnasio estaban casnados, pero los otros no lo sabían.
Escasos minutos después de que el mesonero les sirviera los cafés, sonó el celular de uno de ellos, el que parecía estar dirigiendo el grupo, y pude escuchar un “Sin problema, estamos allí en 5 minutos”.
Los cinco se levantaron de la mesa rápidamente, dejaron los cafés a medias y se largaron con su olor a perfume caro a otra parte, no sin antes pagar cada uno el dólar y tanto de su café.
Cinco cafés, cinco cuentas distintas, un mesonero estresado.
Bueno.
¿Mi opinión?
Pues mira, en el escenario más optimista posible, esa gente puede ganar entre 2.000 y 2.500 dólares al mes, dudo que más.
Si nos quedáramos con lo superficial y solo nos fijásemos en la ropa que llevaban (parecía cara), en los iPhone, bolsos y maletines o en la forma que tenían de hablar (ostentosa)…
…llegaríamos a la conclusión de que eran personas con éxito en sus trabajos a las que la vida les había sonreído.
No te voy a mentir, mi yo de 20 años aspiraba a ser más o menos así.
Ahora bien, si doy un par de tragos más a mi cerveza, dejamos que se vaya el humo y agudizamos la vista, ¿qué vemos en realidad?
Yo diría que a personas con un estilo de vida bastante pobre.
Lee bien..
Mi esposa y yo estábamos sentados en esa terraza desde las 12 de la mañana hasta las 4 de la tarde y ellos no se pudieron terminar el benidto café por culpa de una llamada.
Gomina en el pelo, rimel en los ojos y un iPhone 13 Pro Max con el Calendar a tope de llamadas.
Pues no sé.
En mi opinión, este no es, ni por el carajo, el concepto de riqueza al que ningún miembro de esta comunidad que me lee debería a aspirar.
Nuestras aspiraciones van por otro sitio.
Libertad es riqueza
Vamos a ponernos serios.
La belleza de la riqueza es la posibilidad de levantarte por la mañana, abrir los ojos y pensar:
“Hoy puedo hacer lo que me de la gana”.
Piénsalo.
La riqueza verdadera no se puede medir en dinero, sino en términos de libertad.
Tener la posibilidad de hacer lo que quieras, cuando quieras, con quien quieras, donde quieras y durante el tiempo que quieras es algo que no tiene precio.
No se me ocurre un beneficio mayor que pueda reportar el dinero.
La sensación de que controlas tu vida y de que puedes hacer lo que te salga de donde sabes porque no tienes problemas financieros es bastante gratificante.
Y, quieras aceptarlo o no, esa sensación está estrechamente relacionada con la felicidad. Sí, con la felicidad.
La sensación de sentirte el dueño y señor de tu vida es mucho más gratificante que la sensación de tener una casa más grande, un Porsche más potente o un trabajo más prestigioso.
El dinero es importante, sí, pero solo es un medio con el que acumular riqueza para comprar libertad.
A mí me gusta imaginármelo como un juego en el que cualquier persona que parte de cero absoluto, como fue mi caso, puede ir acumulando puntos y pasar al siguiente nivel.
Me explico:
Ahorrar un poco de dinero, quizás $4000 dólares, significa que si surge un gasto inesperado, no tendrás que tomarte una pastilla para conciliar el sueño.
Duplicar ese ahorro significa que si perdieras el trabajo tendrías un pequeño margen de seguridad para buscar tranquilamente otro empleo, en lugar de verte obligado a aceptar el primer trabajo de mierda que te ofrezcan.
Ahorrar un colchón de 12 o 18 meses de gastos significa que si tus ingresos se van a cero de la noche a la mañana, tienes de 12 a 18 meses para reconstruir sin prisas tu vida.
Conseguir un ahorro varias veces mayor que el anterior se traduce en que tienes un bono de libertad para tomar decisiones importantes en tu vida, como dejar tu trabajo por otro en el que cobras menos (pero que te permite pasar más tiempo con tus hijos) o tomarte un año sabático.
Si sigues escalando en esta pirámide del fuck you money o El Bendito Dinero podrías llegar a un punto en el que te puedas jubilar a la edad que quieras, y no a los 67 o 70 años que ha decidido el político de turno.
Pues bien.
Los ejecutivos que bebían café a la hora de la cerveza no tengo ni la más remota idea de en cuál de estos puntos se encontraban.
Lo que sí sé es que tenían poca capacidad para tomar decisiones muy sencillas como…
…volar a otra ciudad.
…dormir con tu familia.
…hacer un poco de deporte cada día.
¿Te parece normal no poder decidir cuándo y cómo hacer estas cosas?
Esas personas no estaban al volante de sus propias vidas.
No tenían el control de sus agendas.
No tenían libertad.
Mira, te voy a ser franco:
No me importa tu salario, si un tipo desconocido de tu oficina tiene autoridad para cancelarte unas vacaciones.
No me importa el dinero que ganas ni los xarros que conduces si, para pagarlos, estás obligado a dormir lejos de tus seres queridos.
No me importa tu ropa de maniquí si el único momento del día en el que tienes libertad de agenda para ir al gym es a las 10 de la noche.
La riqueza verdadera no tiene nada que ver con esta mierda de estilo de vida.
Ya te lo dije un poco más arriba:
La riqueza verdadera no se puede medir en dinero, sino en términos de libertad. Tener la posibilidad de hacer lo que quieras, cuando quieras, con quien quieras, donde quieras y durante el tiempo que quieras es algo que no tiene precio.
Suficiente por hoy. Necesito tomar aire.
Café, no. Aire.
Te ruego que recapacites sobre lo que acabas de leer.
Un fuerte abrazo,
Edgady Aponte.
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